viernes, 9 de enero de 2009

Iria: Terminal

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Sueñas. Estás vencida.
Quizás esperabas algún tren
de esos que alegran la vida,
la moneda reluciente del fondo del agua,
una mano abierta,
un altavoz que reclama tu presencia.
Sin embargo los pañuelos se hacen suaves
y sólo sirven para acariciar el rencor de la fiebre.
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No pasa el tiempo de la angustia.
Se rebela la voluntad y surge el dolor físico,
punzantes cables te recuerdan que sigues atada,
medicamentosas vías de locomotoras oxidadas.
"Se ha acabado el hilo de coser.
Mándame una postal desde la playa"
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Sumergida en el sueño
bordeas la orilla de ese amado lugar
al que sin duda regresas, mientras las lágrimas
anuncian la inconsolable constatación de tu ausencia.
Y el mundo se columpia, a tu alrededor,
llenando la tarde de sonidos infantiles.
Pero tú no estás, sueñas, descansas
y aprietas con fuerza el acuñado metal
de la desesperanza.
"Tengo los ojos grises,
no se cierran mis pestañas,
...despidámonos, amor,
que ya está aquí la mañana"
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