sábado, 15 de enero de 2011

La línea que limita


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He soñado con el sauce del parque:
reconozcamos que nacía allí
la adolescencia lánguida,
esa premura de agua
entre raíces mudas.
Fermentaba su blanca savia adentro,
crecía bajo el manto del arroyo
en hilos transparentes, junto a peces
cristalinos en acuarios del sol.
Tú eras quien escuchaba
con abandonado rumor de pasos
su arpa escalada en vientos,
la llamada del tallo
con fresca voz de sombra,
pues cuando llama el sauce
callan los automóviles redondos,
se detienen las letanías diarias,
suspende el vuelo ágil cualquier gorrión
para escuchar lo que cuentan sus ramas.
Si las oyes, amor,
ven, resguárdate en su habla..

Buscas en el nidal
donde cada palabra fructifica
para morder su labio
con las voces más tiernas.
Llega el aroma desde algún lugar,
fortuna caprichosa
o bálsamo secreto.
Si fueses animal
te revolvería el hambre,
la inquietud de tus vísceras
opuesta a la ciudad del cloroformo,
unicornios cruzan las autopistas
con la boca sangrando,
se vienen a morir
bajo secretas ramas,
desde este sauce escribes
lo que en su savia callan..
.
Evalúo distancias
tendida sobre la hierba,
laberínticas ramas
son las que me cobijan,
me asusta el cielo azul,
es inmenso si bajan a beber
tus ojos hasta la orilla, adoro
la frescura del agua,
su lámina intangible,
el miedo como un ciego jeroglífico
inscrito en las líneas de la mano

El sauce en un lugar
pensado, proyectado
de la misma forma en que los objetos
vienen a ti, te buscan.
Plato, taza y cuchara
acuden a tus brazos
con la docilidad de un perro viejo,
enroscado en la lengua
el sabor aúlla y se vuelve dulce,
es fórmula secreta
que lo organiza todo..

Descansa en ti la noche,
con sus dedos de terciopelo guarda
recuerdos en estantes.
El ruido ya no es retorcido anzuelo
en el asfalto, grito enmudecido
por motor de automóviles,
sino lenguas de tierra,
túneles con dirección primavera,
semáforos en flor.
De niña desenterrabas gusanos,
colgaban del sedal
hundidos en el agua:
era fácil morder
o callarse la boca.
Sin embargo ahora la sangre se agarra
a ti como las hiedras,
los ríos azules de tus muñecas
ya conocen el rastro de los árboles
ocultos en cemento,
intuyen su vértigo de cascada;
pero allí permanecen,
intactos, hasta el alba..
.
Tan hermosa como esos laberintos
que alimentan de sangre las entrañas,
difícil comprender
dónde está la entrada, dónde tus manos
que sostienen el hilo,
de qué lugar partir
con las mañanas rotas,
a qué lugar llegar
sin la culpabilidad de saber
que el amor siempre ocurre
aunque nosotros no hayamos estado
allí para vivirlo..
.
Quizás, llama otra vez,
no sale hasta las ocho,
diez minutos es demasiado tiempo
para estar allí, tendida en la acera,
tiempo muerto, quedan veinte segundos
para el final, todavía es posible,
concédeme un minuto,
las llaves no aparecen
y confluyen en esta misma esquina,
amarga como el llanto,
eras joven, tu foto,
treinta y nueve años, el tiempo no pasa
cuando estoy contigo, nos subiremos
al siguiente, pronto para morir,
los jueves de seis a ocho,
malditos calendarios,
en un segundo te cambia la vida,
escucho una ambulancia cuando duermo,
llámame más tarde, esta noche no,
te llevo a casa, espera,
vivo al otro lado del cruce, tienes
la sangre violeta, no me contestes,
no sé cuál es tu nombre,
quedan veinte segundos,
gracias por tu visita,
te querré siempre, ahora
y siempre, conmigo bajo la lluvia,
es la única justicia que nos queda..
.
Qué insolencia escribir
desde esta claustrofobia
de palabras vencidas,
atreverse a recomponer el rostro
familiar de la muerte
para poder salir
con la hermosa guadaña de tu cuerpo
apenas escondida,
como si pudiese la sed negarse
con un leve murmullo de razones.
Atreverse es decir
que no puedo ser yo
esa mujer que no soy cuando escribo,
y secar los árboles y las fuentes
para que no me encuentre la mañana
con los labios vacíos
entre palabras llenas..
.
Tienes los ojos a media persiana,
como los bares, pides
oníricos abismos,
eso que repetía Calderón:
la vida es sueño, pero ya no estás
para profundidades,
prefieres los abismos
de madriguera suave
que te cubran el rostro
con sábanas amables
mientras caen ramas del calendario,
hojas secas sin firma
sobre tu alfombra verde.
Sin embargo la sed
siempre al pie de la cama,
ansia nocturna de charcos y lluvia,
la última copa en el sauce dormida,
el calor de agua dulce.
La madera en las sillas
es barniz del vacío,
muda materia acodada en la barra,
el sonido metálico del cierre...


Dos figuras borrosas,
apenas queda nada más que un yo
sentado allí contigo,
en la línea que limita el mar:
el cielo azul infancia,
marea viva el cuerpo,
tiempo mecido en olas...
Concédeme un minuto.
Tengo miedo a morir.
Tú también morirás aquí conmigo...
Nuestros besos se pudren
en raíces del sauce.
Escucha su dolor.



sábado, 8 de enero de 2011

Exploradores


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Tras nuestros labios
tiemblan palabras.
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Buscamos el lugar
del que proceden
hasta perderlas
para siempre, desde antes
que amor las pronunciara
por vez primera.
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