lunes, 22 de agosto de 2016

La cena del trabajo


Ya no quiero escribir más. Ni un solo verso más. Es inútil, si fuese un hombre podría expresar lo que me diese la gana, pero soy mujer. Soy una puta mujer. Vivimos en un país de hipócritas. Las mujeres seguimos siendo las mismas, a pesar de todo. Joder, y bien que nos pesa, el trabajo, la casa, los niños…y además con la mente limpita y arreglada, todo muy ordenado, tú ya sabes...
Y yo muevo la cabeza, pero me estoy calladitaEso de escribir es para las solteras feas, las alegres divorciadas, o las mal folladas. El mundo funciona así. Cuando una mujer como esta se emparanoia con lo de escribir poesía tiene algún problema. Las mujeres no inventamos historias, no las escribimos, pero sabemos contarlas muy bien, y algunas las adornan que da gustoMe acuerdo de Sole, el lío que montó el año pasado con lo de la peluquera. Y total, que no era verdad. Fue el culebrón del verano. Pero normalmente nos enteramos de todo, no como ellos. A veces somos unas liantas, malas y caprichosas. Es más fácil entender la guerra entre los judíos y los palestinos que a mi mujer”, decía un compañero de trabajo en la cenaY lo cierto es que dicho así y un viernes por la noche, cuando ya han empezado a caer las copas, tiene su gracia. Y en el fondo mucha razón. Conozco a unas cuantas. Como esta, que no para. Menudo marrón que me toca.
Lo de los hombres sí que son inquietudes intelectuales, pero lo de las mujeres y la literatura no pasa de desequilibrio, alteración hormonal, aburrimiento... o el tan socorrido tópico de la histeria. Es muy simple, o te dedicas a escribir cuentos infantiles o novela sentimental, o estás enferma. Porque hay muchas formas de que una mujer aburrida pueda entretenerse en este barrio¿no?, infinidad de cursos, cocina, bienestar emocional, danza del vientre menuda mierda, ganchillo, voy a hacerme una colcha de ganchillo bien larga.” Y se echa a reír, va a despertar a la del primero, esta chica tiene ganas de guerra, vamos, digo yo. Poesía. no le va bien con su chicoo está como una cabra, para qué este numerito entonces. Por eso airea sus intimidades con el primero que la escucha, o en ese blog que todas leemos, allí lo cuenta todo con la misma naturalidad con la que tiende sus bragas en el tendal más visible del patio o saca sus tetas al sol en la playadelante de todos, ya se lo digo yo a Juan, “Esta no tiene remedioLas vecinas no paran de criticarla, tienen el veranito arreglado. Pero bueno, yo me llevo bien con todo el mundo. Yo me limito a llevarla a su casa, no sea que no llegue, porque ha bebido más que una esponja. Y a aguantarle el rollo ese de sus lecturas, ¡mira que no tendrá trabajo la tía con los niños! ¡Mira que no hay cosas que hacer! La llevaba un día conmigo a casa, a las ocho de la mañana, cuando está todo patas arriba, iban a quitársele las ganas enseguida. Tristeza, decepción, traición. Me siento sola” Está colocada, lo que faltaba, que no se eche a llorar, por favor, mi madre usaba siempre aquella frase  de “Le falta un hervor, de pequeña me imaginaba a la persona en cuestión metida en la olla, mientras ella removía con saña el agua caliente. Pues a esta le vendría muy bien. Qué marrón. Me quedo a cuadros. Ahora el “Nadie me entiende”. Si te estuvieses callada… Encima lleva demasiadas cosas en el bolso, a ver si no vamos a encontrar la llave y tengo que llamarle a él para que le abra. Bronca segura mañana. Que busque, por Dios, o se lo saco y tiro todo por la acera hasta que aparezcan. Libros, lleva dos libros ahí metidos, la muy zorra. Y media casa. Qué paciencia. Pobre marido, debe de ser un santo. Por fin, ya era hora, que no me líe más, Nos vemos, buenas noches”. Desde luego mira que hay gente rara por el mundo. Ya me parecía a mí que esta no era trigo limpio. Y yo mañana a madrugar, como siempre. Menos mal que el lunes cogemos vacaciones. A ver cómo está todo cuando llegue. Estamos listos con la tía esta. Dará problemas en el barrio, ya lo estoy viendo.