domingo, 12 de abril de 2009

Una vasija para Sylvia

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Aunque subas las escaleras hasta mis pies descalzos
para invitarme a devorar frescas manzanas
no podré compartir el tacto de esas raíces con saliva.
Aunque mastiques las rosas más apetecibles del jardín
y me señales con el veneno afrutado entre tus sueños
no giraré la cabeza cuando pases esmaltando mareas.
Tengo el pelo enredado en el punto exacto de tu vertical
y me sobran ironías bajo las uñas para envejecer la piel,
pero agonizaré hasta el límite de las sábanas arrugadas
que se parten de dolor sobre el aspa de la cruz,
como horizonte que te abraza y calma
en el desequilibrio virginal de la tierra santa.
Me quedaré con esa blanca flor vestida sobre el patio de los espejos
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